Se considera que una mujer tiene dismenorrea cuando experimenta dolor cólico fuerte en la parte baja del abdomen durante la menstruación. Es un dolor incapacitante, que perturba la actividad laboral o las actividades cotidianas, restando calidad de vida. Es la condición ginecológica más común entre las mujeres en edad reproductiva, y a pesar de esto, sigue siendo un problema infraestimado e infratratado.
Tener dolor de regla se ha normalizado porque es muy habitual, pero no tiene nada de normal.
Para resolver esta situación, es fundamental comprender los procesos fisiológicos de la menstruación e identificar los factores que pueden estar causando ese dolor. En otras palabras, la solución no consiste únicamente en aliviar el dolor de regla y encubrirlo, sino en comprender qué lo provoca y tomar medidas sobre esos factores para evitar la aparición de este malestar tan innecesario y antinatural.
¿Cómo nos han enseñado a menstruar?
Nos han educado a menstruar desde la creencia de que es normal que la menstruación duela, de que es normal sentirse muy mal los días antes de la regla y tener síndrome premenstrual… ¡Como si ser mujer tuviera que doler! Tener la menstruación es un proceso fisiológico natural como es hacer la digestión o respirar. Y ninguna parte del cuerpo debería de doler cuando realiza el trabajo para el que ha sido diseñado.
Menstruar de forma sana y sin dolor es un sinónimo de que nuestro estado de salud es correcto.
El dolor es la forma que tiene tu cuerpo de gritar (o chillar, en los casos más severos) “¡ATENCIÓN! ¡Hazme caso! ¡Hay algo que tienes que atender aquí!”.
Tipos de dismenorrea
Hay dos tipos de dolor relacionados con la menstruación: dismenorrea primaria y dismenorrea secundaria. En función de cuál sea el caso, el abordaje terapéutico será distinto.
Dismenorrea primaria
- Dolor menstrual que acontece cuando NO hay una patología orgánica ginecológica que lo justifique.
- Dolor tipo cólico, es decir, que va y viene, coincidiendo con las contracciones uterinas, puede venir acompañado de sintomatología digestiva (por ejemplo, diarrea, náuseas…) y muscular (dolor en la pelvis o lumbar…).
- Mayor intensidad el primer día, no suele estar presente todos los días del sangrado.
- Dura unas horas, no se prolonga más allá de los días de sangrado.
- Mejora con la toma de ibuprofeno.
Dismenorrea secundaria
- Dolor que acontece cuando SÍ existe una patología ginecológica (endometriosis, miomas, quistes, inflamación pélvica, uso de DIU…) o no ginecológica (patologías digestivas, intolerancias alimentarias, fibromialgia, enfermedades autoinmunes…).
- Dolor tipo cólico, es decir, que va y viene, coincidiendo con las contracciones uterinas, suele venir acompañado de sintomatología digestiva (por ejemplo, diarrea, náuseas…) y muscular (dolor en la pelvis o lumbar…).
- Inicio variable, aparece en cualquier momento del ciclo, dolor más intenso con la menstruación.
- Dura días.
- No mejora con el ibuprofeno.
¿Qué causa el dolor menstrual?
La menstruación representa la descamación del endometrio, que es la capa interna del útero. Esa descamación, al fin y al cabo, causa un daño en el tejido, una herida que provoca una inflamación fisiológica (que si se produce adecuadamente, no tendría que provocar dolor). Esa inflamación es necesaria para que se liberen unas sustancias llamadas prostaglandinas, las que provocan las contracciones uterinas necesarias para desprender el endometrio y sacar el flujo menstrual por la vagina.
En un cuerpo sano, cualquier proceso inflamatorio (sea un esguince o la menstruación) sigue un patrón específico que consiste en 3 pasos:
- Una subida de prostaglandinas, que debe ser rápida e intensa.
- Este pico rápido de prostaglandinas activa unas sustancias llamadas lipoxinas, que se encargan de frenar esa inflamación para que no vaya a más.
- Una vez frenada, aparecen las resolvinas, que, como su nombre indica, resuelven esa inflamación y reparan el tejido dañado.
La dismenorrea es la gestión inadecuada de un proceso inflamatorio.
El problema surge cuando tenemos situaciones que entorpecen y alteran el funcionamiento normal de este proceso natural:
· La toma de antiinflamatorios mes tras mes
El ibuprofeno interrumpe el proceso de resolución de la infamación, ya que su mecanismo de acción es contener y evitar ese pico de prostaglandinas. Si frenamos ese pico, el cuerpo va a ser incapaz de producir lipoxinas y resolvinas. La acción de las resolvinas es crucial para eliminar los restos y desechos que ha dejado ese proceso. Si no se realiza esa “limpieza”, el sistema inmune interpreta que sigue habiendo una actividad anómala allí y que debe seguir actuando. Esa “sobreactividad” silente del sistema inmune da lugar, en el tiempo, a una fibrosis del tejido. Y la misma fibrosis puede conllevar más inflamación y dolor en las futuras menstruaciones (¡es un pez que se muerde la cola!).
· Desequilibrios de ácidos grasos poliinsaturados
Otro mecanismo que altera el proceso de resolución de la inflamación es que haya un desequilibrio entre los ácidos grasos omega 6 y omega 3. El omega 6 es la materia prima que necesita el cuerpo para fabricar prostaglandinas y lipoxinas, y el omega 3 es la materia prima para fabricar las resolvinas. Por lo tanto, el omega 6 es importante en la primera fase del proceso inflamatorio, y el omega 3 en la segunda fase. Los dos tipos de ácidos grasos son importantes y deben estar balanceados. Si tenemos demasiado omega 6, tendremos una respuesta de prostaglandinas exagerada, y por tanto, más contracciones uterinas y más dolor. Si, por otro lado, carecemos de omega 3, no lograremos esa bajada y resolución de la inflamación, tan necesaria para compensar los efectos de las prostaglandinas.
Detrás de ese desequilibrio encontramos una dieta inadecuada. Actualmente, la alimentación que lleva la mayoría de la población es rica en alimentos en omega 6 (ultraprocesados, carne de mala calidad de animales que han sido alimentados con granos, pescado de piscifactoría, demasiados cereales como el trigo, aceites vegetales como el de girasol…), y muy pobre en alimentos ricos en omega 3 (pescado azul, marisco, carne de calidad de animales que han pastado, frutos secos, semillas…).
Hay que tener en cuenta que, cuando hablamos de equilibrio omega 6 y omega 3, hace referencia al global de la dieta. Que un alimento tenga más omega 6 que omega 3, no quiere decir que sea malo ni que nos vaya a inflamar de golpe. Por ejemplo, las nueces contienen más omega 6 que omega 3 pero no por ello nos van a perjudicar. La clave está en observar la dieta en su conjunto en lugar de mirar el alimento de manera individual.
· Un estado de inflamación de bajo grado
La inflamación de bajo grado es un estado de inflamación constante, generalizado y no visible, por lo que no se aprecian los típicos síntomas de una inflamación aguda como son el enrojecimiento, la tumefacción, el calor, el dolor… En una inflamación de bajo grado, el sistema inmune está hiperactivado, trabajando sin descanso. Nuestra fisiología no está diseñada para que la inflamación sea constante y permanente, sino para que sea una respuesta aguda, rápida, corta e intensa, para poder resolver un trauma (como un esguince) o combatir la entrada de patógenos (como un virus). Cuando hay alteraciones de la microbiota (como un sobrecrecimiento de hongos, parásitos, disbiosis…), exposición a tóxicos, fármacos, una dieta basada en alimentos inflamatorios, falta de descanso, de movimiento, niveles elevados de estrés…. este tipo de situaciones provoca una inflamación silente, que va llenando el vaso. Si partimos del vaso medio lleno (o casi lleno, en algunos casos), cuando llega la menstruación, al ser otro proceso inflamatorio, el vaso se desborda, y el cuerpo no da la basto para resolverlo todo, por lo que se produce un exceso de inflamación que produce dolor.
· Dominancia de estrógenos
El estrógeno es la hormona “Ricitos de Oro". Si recuerdas el cuento infantil “Ricitos de Oro y los tres osos”, la protagonista, Ricitos de Oro, encuentra tres tazas de sopa y elige la que no está ni demasiado caliente ni demasiado fría, sino que está a la temperatura óptima. Con los estrógenos pasa lo mismo, no queremos ni demasiado ni muy poco, queremos justo la cantidad adecuada. ¿Y qué tienen que ver los estrógenos con el dolor menstrual? Los estrógenos son responsables de engrosar el endometrio, que va a ser necesario para que el óvulo, si ha sido fecundado, pueda implantarse y desarrollarse adecuadamente. Si tenemos un exceso de estrógenos, más grueso va a ser el endometrio, más grande será la herida y más dolor va a hacer cuando se descame (menstruación).
El exceso de estrógenos es el resultado de alguno de estos mecanismos (o la suma de varios):
- Fabricamos más estrógenos de la cuenta.
Esta situación se da por una actividad acelerada de la aromatasa, la enzima responsable de convertir los andrógenos (hormonas precursoras de otras hormonas sexuales) en estrógenos. La aromatasa se encuentra principalmente en el tejido adiposo, por lo que, un exceso de grasa corporal, puede contribuir a que fabriquemos más estrógenos de la cuenta. La aromatasa también se localiza en los ovarios, el hígado, el músculo, los huesos, la piel, las glándulas suprarenales y el tejido mamario. Cualquier alteración o disfunción en estos órganos y tejidos, puede afectar también a la producción de aromatasa y, por tanto, la síntesis de estrógenos.
También podemos tener una predisposición genética por un polimorfismo del gen CYP 19A que provoca una actividad acelerada de la aromatasa. Podemos sospechar de este problema en chicas que han tenido una menarquia prematura (antes de los 12 años).
- No los eliminamos bien.
Si el hígado no funciona como debería o está demasiado ocupado metabolizando otras sustancias como el alcohol o fármacos, va a dejar en segundo plano a los estrógenos, porque hay que encargarse primero de los tóxicos (son una amenaza). Una vez el estrógeno ya ha pasado por el hígado y está desactivado, llega al intestino para ser finalmente eliminado, pero si existe algún tipo de disbiosis o el peristaltismo intestinal es demasiado lento (estreñimiento), este estrógeno se reabsorbe, se activa y vuelve entrar en la circulación sanguínea.
- Entramos en contacto con estrógenos exógenos.
Los estrógenos exógenos se refieren a aquellos que provienen de nuestro entorno y que pueden ingresar a nuestro cuerpo por un contacto directo día tras día. También son conocidos como xenobióticos o disruptores endocrinos (te cuento más en este artículo). Tienen la capacidad de unirse a los receptores hormonales del cuerpo con mayor afinidad que nuestras hormonas naturales, bloqueando o imitando su efecto. En otras palabras, confuden a nuestro sistema hormonal, contribuyendo en gran medida a una dominancia de estrógenos en el organismo. Se encuentran en la alimentación (pesticidas, herbicidas, carne y pescado de mala calidad…), en productos de higiene personal y cosmética, en algunos plásticos, en los productos menstruales, en utensilios de cocina… entre otros.
Las mujeres somos más susceptibles a los disruptores endocrinos, debido a que tenemos un mayor porcentaje de grasa corporal que los hombres, y todas estas sustancias son lipófilas, es decir, que tiene afinidad por la grasa, y, por tanto, se almacenan en el tejido graso.
- Falta de progesterona.
Esto es muy común en las primeras reglas y el motivo de por qué suelen ser más dolorosas y abundantes en la adolescencia. El sistema hormonal y el ciclo menstrual puede tardar hasta 12 años en madurar completamente desde la llegada de la primera menstruación. Esta inmadurez del eje, hace que el cuerpo intente ovular cada mes y fabrique mucho estrógeno para conseguirlo, pero no lo consiga. Al no ovular, no se crea el cuerpo lúteo y la progesterona no entra en escena. Entonces ese ciclo solo tenemos los efectos de los estrógenos.
Sin embargo, un déficit de progesterona (hipoprogesteronemia) también puede ocurrir en la edad adulta (es más común de lo que creemos), aunque en ese caso está más relacionado con niveles de estrés mantenidos en el tiempo, déficits nutricionales, restricción calórica, patologías ginecológicas como SOP, alteraciones tiroideas… entre otras.
Cómo se aborda la dismenorrea y cómo debería abordarse
Actualmente, cuando una mujer consulta por dismenorrea, de entrada se le ofrece la toma de AINES (ibuprofeno, naproxeno…), que, como hemos visto, sólo hace que cronificar el problema, sin resolverlo. Cuando fallan los AINES, se le propone a la mujer el uso de anticonceptivos hormonales, que inhiben la ovulación y “apagan” todas las hormonas femeninas. Esta intervención es otro parche que enmascara el problema, además de presentar más riesgos que beneficios para la salud.
La solución para poner fin al dolor de regla es actuar sobre todos esos factores que pueden estar alterando el organismo y que interrumpen su funcionamiento natural.
Para ello, la primera intervención es la educación menstrual. Hay que romper con la normalización del dolor y ser consciente de que es una llamada de socorro del cuerpo. Entender y comprender cómo funciona nuestro ciclo menstrual también es un pilar fundamental para empezar a sanarlo.
La segunda intervención es identificar las causas subyacentes que pueden estar detrás de ese dolor mediante un abordaje individualizado, y comprender qué es lo que me ha llevado hasta aquí.
La tercera intervención es mejorar el contexto, corrigiendo hábitos que estén contribuyendo al dolor menstrual y aplicando mejoras en el estilo de vida.
Si sufres dolor menstrual que te limita y quieres poner fin a este problema, lo ideal es ponerte en manos de un profesional de salud femenina holística que realice un diagnóstico adecuado y elabore un plan terapéutico personalizado e individualizado que atienda a tus necesidades y circunstancias.
Créeme, ¡es posible tener una vida sin sufrir cada mes!