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SIBO

Aprende qué es el SIBO, por qué ocurre y qué se puede hacer al respecto.

Qué es el SIBO

El SIBO, o sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, es una condición en la que hay un aumento anormal de bacterias en el intestino delgado. Este exceso de bacterias puede interferir con la digestión y la absorción de nutrientes, provocando una serie de síntomas gastrointestinales y malestar. En un intestino sano, la mayoría de las bacterias se encuentran en el intestino grueso, mientras que el intestino delgado tiene una población bacteriana mucho más baja. Sin embargo, en el SIBO, las bacterias del intestino grueso migran hacia el intestino delgado, donde no deberían estar en cantidades significativas. Este desbalance puede interferir con la digestión y la absorción de nutrientes, provocando una serie de síntomas gastrointestinales.

Síntomas del SIBO

Los síntomas del SIBO pueden variar en gravedad y pueden incluir:

Hinchazón abdominal: una sensación de distensión abdominal o plenitud en el abdomen.

Gases: producción excesiva de gas intestinal que puede causar molestias.

Diarrea: episodios recurrentes de diarrea que pueden ser explosivos.

Estreñimiento: cambios en la regularidad intestinal, que a veces pueden presentarse junto con la diarrea.

Dolor abdominal: cólicos o malestar abdominal, a menudo asociado a la ingesta de alimentos.

Náuseas: sensación de malestar estomacal que puede acompañar a las comidas.

Malabsorción: pérdida de peso inexplicada, deficiencias nutricionales y síntomas de malnutrición debido a la incapacidad del intestino delgado para absorber adecuadamente los nutrientes.

Fatiga: cansancio y falta de energía, a menudo relacionados con deficiencias nutricionales.

Dolor en las articulaciones: que puede ser resultado de la inflamación sistémica.

Causas del SIBO

El SIBO puede ser causado por una variedad de factores, entre los que se incluyen:

Trastornos del movimiento intestinal: como la gastroparesia, que retrasa el vaciamiento del estómago. Además, los problemas con el complejo migratorio motor, que es un sistema de contracciones rítmicas que ayuda a limpiar el intestino delgado de bacterias, pueden contribuir significativamente al desarrollo del SIBO. Si este complejo no funciona correctamente, se facilita el crecimiento excesivo de bacterias.

Alteraciones en la anatomía intestinal: como divertículos o adherencias quirúrgicas que afectan la motilidad intestinal.

Uso prolongado de antibióticos: que puede alterar el equilibrio de la microbiota intestinal.

Enfermedades inflamatorias intestinales: que pueden afectar la motilidad y la función del intestino.

Hipoclorhidria (bajo ácido gástrico): que puede permitir el crecimiento de bacterias no deseadas en el intestino delgado, ya que el ácido clorhidrico actúa como un potente antimicrobiano.

Hipotiroidismo: esta condición puede ralentizar el metabolismo y afectar la motilidad intestinal, contribuyendo al desarrollo del SIBO.

Uso de antiácidos y protectores gástricos (como el omeprazol): Estos fármacos inhiben la producción de ácido gástrico, lo que altera el ambiente natural del estómago y del intestino delgado, permitiendo que las bacterias crezcan de manera anormal.

Estrés: El estrés activa el sistema nervioso simpático, lo que puede interrumpir funciones fisiológicas como la digestión. A nivel evolutivo, cuando los humanos eran perseguidos por un depredador, el cuerpo priorizaba la supervivencia en lugar de las funciones digestivas, lo que resulta en una disminución del flujo sanguíneo hacia el sistema digestivo y un ralentizamiento de la motilidad intestinal.

Diagnóstico del SIBO

El diagnóstico del SIBO se realiza generalmente mediante pruebas de aliento que miden la producción de hidrógeno y metano tras la ingestión de un azúcar, como la lactulosa. Un aumento en los niveles de estos gases indica la presencia de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado. También se pueden realizar análisis de sangre para detectar deficiencias nutricionales y pruebas de imágenes para descartar otras condiciones gastrointestinales.

Tratamiento del SIBO

El tratamiento convencional del SIBO a menudo incluye antibióticos para reducir el sobrecrecimiento bacteriano. Sin embargo, este enfoque no siempre es necesario y, en algunos casos, puede empeorar la situación. Los antibióticos pueden destruir la diversidad microbiana del intestino, lo que podría contribuir a una mayor disbiosis y al agravamiento de los síntomas. Por esta razón, es importante adoptar un enfoque holístico que aborde la raíz del problema y las causas subyacentes que están provocando el SIBO. Este enfoque puede incluir cambios en la dieta (en algunso casos es muy recomendable seguir una dieta FODMAP), la inclusión de probióticos para restaurar la microbiota y la gestión de cualquier trastorno digestivo subyacente que esté afectando la salud intestinal. Además, habrá que corrigir hábitos que estén contribuyendo a empeorar la situación, corregir déficits nutricionales, incluir ejercicio físico, control del estrés, contacto frecuente con la naturaleza, evitar la exposición a tóxicos y disruptores endocrinos, una buena higiene de sueño.... Además, se puede recurrir a ciertos suplementos naturales que apoyen el proceso.

Prevención del SIBO

La prevención del SIBO implica mantener una buena salud intestinal y adoptar hábitos de vida saludables y antiinflamatorios. Esto incluye evitar el uso innecesario de antibióticos, consumir una dieta rica en fibra y baja en azúcares y ultraprocesados, cuidar la salud digestiva en general y mantener el estrés a raya. Además, es importante abordar cualquier trastorno subyacente que pueda contribuir al desarrollo del SIBO, como trastornos de la motilidad intestinal o enfermedades inflamatorias.

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